A veces, pareciera que las obligaciones, el trabajo, las prisas... nos hacen pasar los días sin pararnos a pensar en las cosas importantes de la vida. Divorcios, desamor, odio, hijos que no quieren a sus padres, padres que no quieren a sus hijos, etc. son fruto de la falta de comunicación y de restar importancia a las cosas que verdaderamente la tienen.
El mundo ha sido transformado por el Enemigo de Dios para que nuestras obligaciones nos quiten la posibilidad de pararnos a meditar y a valorar lo que nos rodea. Con Dios nos pasa exactamente lo mismo: somos incapaces de percibir la mano de Dios, porque "no podemos" pararnos a analizar las razones de nuestra existencia y el dramático final de una vida sin Dios. El primer paso para solucionar esta desconexión con la realidad podría ser, precisamente, desconectar.
Que Dios os bendiga.
Tallin, Estonia, cubierta de nieve en abril
Hace 7 horas
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