Dramáticamente habituados a que uno tras otro, se sucedan innumerables terremotos, creo que no se le ha dado al terremoto en Nueva Zelanda la atención proporcionada al desastre causado.
Y es que parece que nos estamos acostumbrando a terremotos y erupciones volcánicas. El pueblo duerme apaciblemente mientras la tierra se resquebraja y gime de dolor, las advertencias de Dios ya no alcanzan a muchos. Pronto Dios tendrá que sacudir el suelo bajo nuestros pies para que seamos conscientes del momento en que vivimos, y aún así algunos seguirán sin darse por enterados.
Que Dios os bendiga.
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